Hablar de Anita O’Day es hablar de una de las grandes voces del jazz de todos los tiempos. Se llamaba a ella misma ‘estilista de canciones’, y es que sus recursos y características vocales iban más allá de una intérprete al uso. Su sentido del swing, su timbre de voz, sus dinámicas y su carisma la convirtieron en un referente, y la primera mujer blanca reina del bebop y el jazz. Hizo historia, y convirtió su “defecto” en la clave de su éxito. Te lo cuento.
El estilo vocal único de Anita O'Day
Los años cuarenta y cincuenta fueron una época de esplendor para el jazz. Contemporánea de Ella Fitzgerald y Billie Holiday, a quienes guardaba una profunda admiración, Anita O’Day destacó por su estilo único e inimitable. Ella misma dijo en alguna ocasión que no se consideraba cantante porque no podía hacer vibrato. Y es que a la edad de siete años, Anita se sometió a una operación quirúrgica para extraerle las amígdalas, y al parecer, por error, el médico le extrajo también la úvula, la campanilla. Eso le dificultó la creación de vibrato y también el poder mantener notas largas. De hecho, ella misma decía que para conseguir hacer vibrato tenía que sacudir la cabeza.
Pero lejos de ver ese hecho como una limitación, Anita O’Day decidió establecer una nueva manera de cantar. Se hizo experta en dinámicas, fraseo, ritmo y swing. Cantaba por sílabas, añadía notas de paso entre las notas originales de las canciones y sus vocalizaciones eran brillantes. Tanto es así, que fue considerada una de las grandes exponentes del cool vocal, un estilo que tuvo mucho éxito a finales de los años 50. O’Day marcó un nuevo factor diferencial en el jazz, puesto que, al no poder hacer vibrato, su estilo se enfocó en un legato con el que unía con habilidad un gran número de notas musicales.
Anita O’Day y su brillante uso del ritmo, swing y dinámicas de la voz
O'Day, reina de las improvisaciones
Anita O’Day era pura elegancia, pero además tenía una gran sentido del humor sobre el escenario y una gran personalidad y carisma. Ella decidió dar un golpe sobre la mesa y romper con lo establecido, empezando por su manera de vestir. Por aquel entonces, las mujeres cantantes solían salir al escenario con vestidos elegantes y vistosos. Pero Anita O’Day era distinta. Ella decidió que, como músico más de la Big Band, quería actuar con traje chaqueta, alejándose del rol “ornamental” dado a las cantantes de aquella época. Y cuando hacía una excepción, era para resaltar todavía más su actitud carismática y personal.
Ejemplo de ello es su actuación en el Newport Jazz Festival en 1958, donde decidió subir al escenario con un vestido de cóctel porque su actuación era a la hora del té. Sus improvisaciones y su conexión vocal con el resto de instrumentos en los dos temas que cantó en dicho festival, Sweet Georgia Brown y Tea for two, dieron la vuelta al mundo. Y es que esta actuación fue incluida en el documental Jazz on a Summer’s Day (Bert Stern, 1958), que se rodó en el Festival de Jazz de Newport ese año y que mostró el talento de O’Day a nivel internacional. Fue entonces cuando Anita O’Day convirtió su gran habilidad rítmica y su personal timbre de voz en leyenda. Su gran capacidad para improvisar hizo de Anita un diamante del scat, el bebop y el jazz.
Actuación de Anita O’Day en el Newport Jazz Festival de 1958
El virtuosismo de O'Day: cuando la voz se hace instrumento musical
Anita no era cantante, era músico, como ella misma decía, pues su habilidad rítmica con su voz y su control absoluto de las dinámicas eran propias de cualquier otro músico instrumentista de Big Band. De hecho, en numerosas ocasiones, en sus improvisaciones imitaba a la perfección sonidos y melodías que pocas veces se habían escuchado antes en voz, únicamente en instrumentos solistas como saxos y otros instrumentos de viento. Ejemplo de ello es su actuación en Tokyo en 1963, en la que interpretó Four brothers, un tema instrumental orginalmente escrito para cuatro saxofones.
En esta actuación, O’Day hace el papel de uno de los saxos cantando la melodía, y los otros tres tocan las armonías de acompañamiento. Su inmensa habilidad para el scat hace que imite de forma brillante las progresiones musicales propias de un instrumento, algo nunca antes visto de forma tan impecable en una cantante de Big Band. En esta actuación, además, se hace gala del gran control de O’Day de los tiempos de la canción y de su dominio del ritmo.
Actuación de Anita O’Day en Tokyo, en 1963, interpretando ‘Four Brothers’
Una vida de luces y sombras
Precisamente la actuación de Anita O’Day en Tokyo interpretando Four Brothers se incluyó en un documental llamado Anita O’Day: The Life of a Jazz Singer, dirigido por Robbie Cavolina e Ian McCrudden y estrenado en 2007, un año después del fallecimiento de la cantante, en 2006. En él se relata la vida de superación personal de la cantante, más allá de los focos. Nació en Kansas y creció en Chicago. Comenzó su andadura artística como bailarina, pero pronto se dio cuenta de que “quizás podía cantar”. A principios de los años 40, el batería Gene Krupa la descubrió mientras ella cantaba en una club de jazz, y fue entonces cuando O’Day inició su andadura con una Big Band. De esa época son sus versiones de Thanks for the boogy ride, How do y Georgia on my mind.
A mediados de los años 40 iniciaría su aventura musical con una nueva Big Band, esta vez la liderada por Stan Kenton, con quien interpretaría temas más complejos y donde el nombre de Anita O’Day comenzaría a convertirse en referencia para otras cantantes de la época por sus grandes habilidades vocales. En el año 55 publicó su primer disco con el sello Verve, y poco después, vendría el éxito de su actuación en el Festival de Newport. A estos inicios le sucedió una carrera de 80 álbumes publicados. Algunos de sus trabajos más destacados son And Her Tears Flowed Like Wine (1944) o Honeysuckle Rose (1955), y álbumes como Anita O’Day Swings Cole Porter with Billy May (1959). Destacó especialmente su colaboración con el trompetista Roy Eldridge en Let Me Off Uptown, pues se convirtió en el primer dueto interracial líder de ventas.
Anita O’Day y Roy Eldridge en una de sus actuaciones, en 1942
Pero también llegaría con el éxito una vida personal algo más convulsa. Su adicción al alcohol y las drogas la llevó a un parón de trece años en su carrera musical. Fue ella misma quien, en su autobiografía, ‘High Times Hard Times’ (1981) relató con exactitud pasajes oscuros de su vida:
Cuando empecé a trabajar nuevamente en el Starlite, andaba un poco perdida. Comencé a alternar con todos los personajes del bar: vendedores de droga y sus clientes, no siempre músicos. Eran tipos que querían conocerme porque pensaban que yo tenía dinero. Me invitaban a fiestas donde había mucha droga y bebida. Por supuesto, agarraba unas borracheras de miedo y no puedo jurarlo, pero creo que en un par de ocasiones tragué heroína. De cualquier forma, era un desastre. En esa época era tan infeliz por aquello en lo que mi vida se había convertido que me volví alcohólica.
'High Times Hard Times' (1981)
Aun así, Anita O’Day regresó a los escenarios con más fuerza que nunca, y de hecho, publicó su último álbum, Indestructible! Anita O’Day, pocos meses antes de su fallecimiento, a los 86 años.
Premios y reconocimientos a Anita O'Day
A lo largo de su trayectoria musical, Anita O’Day logró el reconocimiento de quienes supieron valorar su inmenso talento y virtud vocal y musical.
Es en 1997 cuando, el por aquél entonces presidente estadounidense Bill Clinton le entregó, en nombre de la Fundación Nacional para las artes, una carta personal, una placa y 20 mil dólares en reconocimiento de su exitosa trayectoria musical. Además, ese mismo año, Anita O’Day ingresó en el Salón de la Fama del Jazz.
Y con todos los honores. Anita O’Day es una de las grandes divas del jazz y ha dejado un legado vocal y musical de leyenda. Te invito a seguir descubriendo actuaciones y versiones de O’Day, son joyas musicales.